La mar estaba más caliente de lo habitual para estas fechas. Pasaba el tiempo y no sentía la necesidad de salir. La mar seguía movida, el ligero levante de estos días hacía que no tuviera la claridad que deseba. La calidez del agua, su ligero vavien y un poco de turbidez, hizo que poco a poco me sintiera rodeado por un líquido amniótico primigenio. Ese fue el momento que mi cerebro me aviso que tenía que salir. Pero esa idea de la mar como líquido amniotico de la Tierra había calado en mi cerebro. Sigo pensando en ello.
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