El zorro es uno de los mamíferos que pueblan nuestros montes y campos. Desde siempre se le han atribuido una serie de características como la inteligencia, astucia, sabiduría, ... Pero en nuestro tiempo tiene mala fama entre los cazadores que muchos de ellos no entienden los beneficios del zorro que entre otras cosas ayuda a controlar las enfermedades de otras especies, ya que son las primeras que cazan (por su vulnerabilidad, conejos enfermos,..) y en parte de un nuevo sector como los que fotografiamos rapaces en hide, entra el zorro y se lleva la presa que han puesto para fotografiar a la rapaz en cuestión. Esto ha hecho que piense en esta especie un poco más de lo habitual. Respecto al colectivo de cazadores no voy a entrar, no soy cazador y no comparto su afición. Respecto al colectivo de usuarios de hide si, ya que los utilizo. Quiero ir a fotografiar rapaces donde haya barreras físicas que impidan el acceso a la presa (por ejemplo un conejo muerto) del zorro, o que hayan suficientes presas para que todo sea compatible. Fotografiar zorros me encanta, aunque también quiero fotografiar la especie que busco. Soluciones, las mencionadas barreras físicas (tendidos de pastor,..) jaulas trampa homologadas, etc...). Supongo que entre todos podremos encontrar una solución favorable al zorro y a nuestra afición. Pero no me gusta que maten a los zorros porque voy a fotografiar otra especie.
Así que aquí empieza una serie basada en las fábulas de Esopo y la interacción del zorro con otras especies o con los humanos. Y voy a Esopo por ser la fuente, luego vendrían La Fontaine y Samaniego.
LA ZORRA Y EL LEÑADOR
Una zorra estaba siendo perseguida por unos cazadores
cuando llegó al sitio de un leñador y le suplicó que la
escondiera. El hombre le aconsejó que ingresara a su
cabaña.
Casi de inmediato llegaron los cazadores, y le preguntaron
al leñador si había visto a la zorra.
El leñador, con la voz les dijo que no, pero con su mano
disimuladamente señalaba la cabaña donde se había
escondido.
Los cazadores no comprendieron las señas de la mano y se
confiaron únicamente en lo dicho con la palabra.
La zorra al verlos marcharse, salió silenciosa, sin decirle
nada al leñador.
El leñador le reprochó por qué a pesar de haberla salvado,
no le daba las gracias, a lo que la zorra respondió:
—Te hubiera dado las gracias si tus manos y tu boca
hubieran dicho lo mismo.
No niegues con tus actos, lo que pregonas con tus palabras.
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