Llegamos al "amagatall"-palafito impulsando el barquero la barca con la percha . Descargamos los bártulos y en el estrecho recinto montamos los trípodes y las cámaras fotográficas. Poco tiempo tuvimos que esperar. El frío aguijoneaba a los moradores de la escarchada laguna. Y así, poco a poco se fueron mostrando. Al principio nos invadió una lógica vorágine. Ajustar el ISO, el diafragma, enfocar y poseídos por la urgencia de inmortalizar a los habitantes de la laguna, apretar compulsivamente el disparador. Lacónicos comentarios se sucedían, a la izquierda un gorrión moruno, a la derecha un pechiazul, el "bigotudo", el "bigotudo" a la derecha. Era la especie que habíamos venido a fotografiar. Horas de conducción y cientos de kilómetros para poder verlo y fotografiarlo. Aunque para ser sincero quien más me fascino, fue el Carricerín real.
Las maldiciones se escapaban cuando el compañero te avisaba de una nueva especie que estaba fuera del ángulo de visión.
Excitados por los cambios de luz a sombra y a luz. La velocidad de la cámara era una noria rusa, ascendía y descendía según la luz que había donde enfocabas.
Fue el principio de una jornada inolvidable.
Para hacerse una idea de las condiciones de supervivencia de estas especies el Carricerín real tiene una longitud de 12 cm y un peso de entre 10 y 14 gramos. El Bigotudo por su parte tiene una longitud de 12,5 cm incluida la cola que mide 7 cm,
Sigo soñando con los moradores de la escarchada laguna.
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