Suena el teléfono, primera
descarga de adrenalina. A esas horas casi con seguridad sea un aviso de
incendio forestal. Te confirman el incendio y la zona donde está. Rápidamente
tu cerebro se dispara en una rutina vivida demasiadas veces con anterioridad. Si
es tu comarca y conoces el sitio visualizas la orografía, los caminos, la
vegetación, si hay viviendas, y las posibles complicaciones que te puedes
encontrar. Si no es tu comarca o no conoces la zona, pasas a la siguiente fase.
Rápida revisión mental del equipo de extinción (ropa, calzado,..). Luego el
cerebro te lleva a pensar en tu familia. Por la noche suelo escuchar música clásica
y jazz. Pero algunas veces el cuerpo te pide que pases el dial y buscas Radio 3.
En ese momento, cuando has pasado por todas esas fases ocurre algo misterioso,
tu cerebro se queda en blanco, ya no piensas nada, tal vez y fugazmente vuelves
a pensar en tu familia. Una vez que llegas al incendio, empiezas de nuevo una
rutina siempre distinta, siempre cambiante, siempre intensa.
Mi pequeño homenaje a las
brigadas de extinción, a los agentes medioambientales, a los bomberos, a la guardia civil y a todos los que
trabajamos en la extinción.
A pesar de todas los problemas que os ponen, hacéis un excelente trabajo.
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