El último día me pilló en Relleu, caminando. Desde hacía varios meses habíamos visto como el meteorito se acercaba a la Tierra. Imparable. Los astrónomos nos habían dicho la fecha y hora del impacto. Los creyentes rezaban a sus Dioses. Una parte de la población se dedicaba al pillaje y al desenfreno. Las comunicaciones telefónicas se habían colapsado. Los atascos en las carreteras eran homéricos. Yo caminaba por la montaña viendo un atardecer violeta, el último. No era la primera vez que había ocurrido un impacto de las dimensiones que se nos venía encima. Los dinosaurios en el pasado se habían extinguido por una causa similar. Otras especies ocuparían La Tierra.
Lo que da de si una estela de avión, un atardecer, Orson Welles y las tardes del sábado, viendo los clásicos de ciencia ficción en blanco y negro, hace mucho, mucho tiempo.
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